Se dice que el maquillaje no es permanente, ni la fiesta, ni la diversión, sin embargo la tierra del café comprobó el 11 de Abril de 2009, 3 décadas después, que esto era una falacia, pues el beso eterno del rock estaba más vivo que nunca. Las figuras de la estrella, el gato, el demonio y el hombre del espacio, apenas se podían ver ante el diluvio de serpentinas, una de las tantas sorpresas que cegaron los ojos de un ejército armado de cuentos épicos, narrados por batallones extranjeros. Realidad ahora tallada en la pintura espectacular de 40 mil almas, que aún recuerdan y cuentan su propia relato de colorido musical, luces y pirotecnia.
En la ruta del Rock me he topado con varias cosas aprendidas empíricamente, entre ellas capturar imágenes. De profesiones varias no todas tituladas, soy feliz cuando mi cámara se echa a rodar, con la única intención que los protagonistas de estas historias en vivo, recuerden cómo ser felices. Colombia netamente tropical saturada de sonidos bailables, donde se negó la opción a otros igual de relevantes, tomar de nuevo esos pasajes, obtura la memoria dibujando una sonrisa, producto del corazón.
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