Entrar en escena, estar justo en el momento o fuera de él pero aún cuando tenue arde el carbón, es el acto más fiel y verdadero al momento de relatar una historia. Tedioso cuando hay apenas cenizas, reconstruir se hace tendido, sobre el acto se puede perder hasta la vida, agónico, pero igualmente valioso. Trenzarse un papel, una grabadora o una cámara para contarle a los ausentes como está compuesto, un paisaje, una mirada, la vida, la muerte, un niño, la piel de una sociedad o la expresión de un artista, es cada vez más escaso, sin embargo algunos pocos persisten en medio de una plaga acomodada confortablemente detrás de un mueble, recibiendo cuentos narrados por los propios protagonistas pero que la línea telefónica, el cable o el corresponsal, enfrían. Al vivo, en medio de la travesía seguirá siendo para mí la forma más honesta de capturar con mis ojos una realidad ajena por diversas circunstancias para otros, callar o recibir murmullos continuará siendo vil. Acudir al registro del papel, la cámara o la grabadora, perpetúa la bondad y obtura la memoria para corregir nuestros errores.
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