Miguel Ángel Martínez

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Bogotá, Cundinamarca, Colombia

viernes, 30 de diciembre de 2011



Es normal entrar a una cocinería (restaurante) y escuchar al mesero comentar la canción de Faith No More que suena en la radio. Es normal ver poleras (camisetas) ensambladas en una familia entera, culto a su banda favorita. Es normal ver periodistas argumentando en sana discusión sobre folk, country, progresivo o metal. Es normal que alguien tienda su mano a otros para que por primera vez vivan de verdad su pasión por la música, en un lugar apropiado. Este niño chileno crece entre todo esto, entre un arsenal de sonidos mucho antes de nacer, por eso es natural verlo disfrutar en medio de 50 almas, un festival de nombre Maquinaria en pleno 2011. Asombrarse, divertirse y jugar con emociones como el juguete que permanece en casa y nunca se va. No huye porque siempre está presente desde el vientre, cuando se extravía sus padres juntan fuerzas y lo recuperan; porque saben de aquella preciosa sensación que solo produce el rock. Porque saben que cuando choca sus manos para agradecer, lo hará eternamente, incluso dentro de su propia casa.


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