Kilcrops salió a escena a las 4:41 pm, el sábado 27 de 2009. 18 años de carrera sobre su lomo, les daba el derecho a participar en otra versión del festival de rock más importante de Colombia. Con ellos y representando los varios padecimientos de esta nación, dos mujeres a cada costado de la tarima, sostenían la bandera nacional, y la de la capital. Acto oportuno del pasado, presente y próximamente, pues el gesto de ella y la pintura en su pierna, dan fe de una Bogotá desangrada en corrupción y desazón. A la mano del samaritano que ofrende una limosna para poder sacarla del caos vicioso de la administración de turno. Rock colombiano no ajeno a la realidad, pero en ocasiones pasivo a la hora transcender. Denuncia a viva voz extrema y con notas estridentes, expulsión de una crudeza hecha música pero con propósito de no ocultar.
En la ruta del Rock me he topado con varias cosas aprendidas empíricamente, entre ellas capturar imágenes. De profesiones varias no todas tituladas, soy feliz cuando mi cámara se echa a rodar, con la única intención que los protagonistas de estas historias en vivo, recuerden cómo ser felices. Colombia netamente tropical saturada de sonidos bailables, donde se negó la opción a otros igual de relevantes, tomar de nuevo esos pasajes, obtura la memoria dibujando una sonrisa, producto del corazón.
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