Corrían los 15 años de Rock al Parque (2009) y en el escenario alterno, rugía en la noche de los sonidos pesados, Henry Reina. Encargado de mantener en pie a Ingrand, en medio de la atmosfera musical infestada de corrupción, que año tras año aniquila prematuramente a las bandas colombianas. Gladiador que renueva sus votos con estilos propios de la época sin quedar en el pasado, otro factor agónico de nuestra escena. Respeta raíces y construye sobre ellas espacios dignos para continuar limpios, sin vender el alma. El nuevo acto del festival se acerca, con capítulo aparte, tributo al fin, a dicho gigante.
En la ruta del Rock me he topado con varias cosas aprendidas empíricamente, entre ellas capturar imágenes. De profesiones varias no todas tituladas, soy feliz cuando mi cámara se echa a rodar, con la única intención que los protagonistas de estas historias en vivo, recuerden cómo ser felices. Colombia netamente tropical saturada de sonidos bailables, donde se negó la opción a otros igual de relevantes, tomar de nuevo esos pasajes, obtura la memoria dibujando una sonrisa, producto del corazón.
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